viernes, 2 de febrero de 2007

Intimidad Femenina


Como siempre. Desde siempre mirando desde dentro de la casa. Contemplando el ir y venir convulsionado de tantos cerrados mundos, a los que en forma cálida recibes con un plato de sopa caliente o un vaso de agua fresca.

Son tantos abriles, tal vez demasiados siglos a la sombra de un río, ordeñando soledad, multiplicando el silencio. Con un cuerpo que tiene demasiada alma y demasiado espíritu para un solo cuerpo tan frágil, sereno, tan histérico, tan lleno de gritos y de voces pálidas hasta el olvido.

Fue demasiado olvido para una sola carne, sin embargo aún permaneces ahí, menstruando cada mes en forma cíclica, así como la naturaleza que se florece, deshoja, llueve, se incendia alrededor de sol y luna.

Eres tan tierra
Tan cielo
Tan humana
Y divina.

Tan olvidada y ahora después de un parpadeo de lo privado pasas a lo público, en forma veloz has debido cambiarte de ropa, sin sacarte el delantal has puesto tus manos en el mundo exterior y amasar para sobrevivir en una realidad que nunca hubieras construido, tomar armas ajenas y combatir esta enfermedad social que se estrella en el jardín de tu puerta.

De pronto tuviste alma, sin dejar de ser objeto de un discurso extranjero, te volviste cómplice solidaria, hermana sin dejar de ser amante y puta marcada. Porque te prostituyeron desde niña, te cambiaron por animales y especies. Te hicieron amante para satisfacer placeres, te escupieron, ni la cruz te salvó. Tu salvación no responde a un acto divino, porque perteneces a lo sagrado. Te salvó la humanidad que llevas dentro, esa intuición que otros quisieran. El silencio de siglos lo transformaste en sabiduría ganada con la sal de la experiencia.

No todo responde a la razón
No todo es “Pienso luego existo”
Una hija existe, luego siente
Luego piensa.

Y ese misterio nadie lo sabía, como nadie sabe que el conocimiento puro, conocimiento racional, tan sólo se alcanza en la manera de albergar, entregar y cuidar vida, respetando sangre, tierra y cielo para no incomodar a la naturaleza con el llanto de tus crías.

Ahora rápidamente todos son iguales, caminando, luchando en cada momento, ideando estrategias para sobrevivir en esta jungla mecánica llena de maniquíes. Todos somos iguales y la historia no sirve para solventar los días.

No hay rescate. No grites mujer. A nadie le interesa los siglos ocultos en tu pecho, el presente es una convulsión de vértigos continuos, los semáforos siempre en verde sentencian que no existe paz ni tregua.

No hay tiempo para mirar el oleaje silencioso de las hojas caídas de tu memoria, aún así no dejes de ir al pulso vital de tu sangre para venerar a la diosa que llevas dentro.

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