Un pequeño
rayo de sol ilumina quebradamente todo el lienzo.
Tenues
pinceladas de silencio relativo, forman un color niebla multiplicado en boca y
en pupilas que miran hacia afuera del cuadro.
El rostro se
evapora en tonos de ausencia, en esperas infructuosas retenidas en un ritmo
circular que se refleja en la tonalidad dolorosa de sus ojeras.
En el contorno
de las sienes se visualizan líneas de humedad sobre humedad, con capas sueltas
de angustia contenida y subordinada a un encanto evasivo.
Todo el cuadro
refleja nostalgia, furia, un estado ligero, un laberinto abisal que se pierde
en los contornos del paño para renacer majestuosa en la mirada de quien
observa.