domingo, 25 de febrero de 2007

La Vendedora Errante



Todo está desordenado. Existe un caos terrible de tazas, vasos, cucharas perdidas. Pero no están perdidas, están regadas por todos los rincones de la casa. Mañana haré limpieza. Se dice a diario, pero una semana se junta con otra y el stock de vajilla no da para tanto. La cama como no se puede mover fácilmente está en su lugar, parece un closet que alberga ropa limpia y sucia, más de una vez encontró un platillo en medio de las frazadas, platillo dejado debajo de la cama, ya que el velador tenía la paila donde el martes pasado comió huevos fritos.

No es que sea desordenada o sucia. Tiene un sentido del orden y limpieza que llega a molestar. Todo siempre en su lugar, ninguna pelusa en los muebles, ni polvo en el piso, pero llega arrastrada incendiándose de cansancio y sueño, con un hambre aplacada por el hastío y lo más rápido es una taza de café y dos cigarros. A propósito los ceniceros son otro objeto perdido en la ciudad que tiene dentro de la casa.

Hoy llegó con un grito que le cruza toda la espalda, sus pies y manos parece que fueron rescatados de una explosión, tiró todo cuanto había en el sofá y se tendió sin apagar la luz, sin tomar café, sin sacarse la ropa y durmió sin saber que dormía, durmió hasta las tres de la tarde. No sintió el despertador, el ruido acostumbrado de la reja de los vecinos, los perros ladrando lo mismo de siempre, ni a la señora que pasa todos los días gritando la verdura fresca.

Se levantó y sin mirar la hora tomó el pijama como una zombi y se fue a dormir donde correspondía, a la cama, sin pensar en monedas, que alguien le puede quitar el puesto o que no tendrá dinero para cancelar la cuenta del almuerzo. Sueña que es millonaria, que los garzones de un restaurante de lujo se pelean por atenderla, que toda su casa está limpia y ordenada gracias al ama de llaves y que la cocinera le prepara una deliciosa comida. Duerme sonriendo, alcanza a mirar todo y comer el primer bocado.

Pero despierta, no le importó dormir demasiado, ahora tiene fuerzas para recoger tazas, paila, vasos, ceniceros, y limpia las dos piezas que la albergan mientras piensa que mañana desde diez para las nueve estará en el primer Banco, después irá recorriendo los otros hasta las dos de la tarde y luego se irá al terminal de buses para terminar de vender las tiras de dipirona y parches curitas.

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