viernes, 2 de febrero de 2007

Pensamiento de Una Reclusa


Son las ocho de la tarde. La noche recién comienza y no estoy preparada aún para recibir la comunión de su inquieto silencio, que hace surgir entre sombras brillantes el recuerdo de los amados ausentes.

Imagino sus manos dormidas buscando el país incendiado de mi cabello lejano, su voz que sólo me nombra para preguntar cuando regreso a casa.

Sobrevivo como cualquier persona, pertenezco a una sociedad que no perdona y sólo acusa a quienes hemos tenido como cielo el infierno donde lamernos esta herida que siempre tiene escasez de pan, agua limpia y ropa.

Soy culpable, pero ¿Quién es inocente después de conocer el peso de la vida? Si alguien me apunta con un dedo, los otros tres dedos de su misma mano lo acusan. Soy culpable y pago mi condena. Pienso ¿Cuántos culpables caminan allá afuera como si fueran inocentes?.

Que importa, así es el destino, el puñal, la cartera y el camino que tomé para solventar la vida que cabe en un sólo día.

La noche ha comenzado, un hijo, un hombre se duermen tristes porque no estoy a su lado y juro que cuando salga seré culpable de servir un desayuno limpio todos los días.

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