El
calor, como un quiste aferrado a la ciudad no quiere rendirse y nos asola con
su ardor sofocante. Hoy es otro día de
marzo, mes repetitivo como los otros once meses. La mañana estuvo agradable; hizo frío. Solo por la tarde, el sol, a modo de
despedida, dejó caer trozos de furia y sudamos durante tres horas solamente.
Ante
la inestabilidad del tiempo y de las emociones, nada mejor que retirarse de la
ciudad y evadir la nostalgia provocada, quizás, por el ocaso. Dicha evasión esta vez consistió en ir al
cine y ver el documental “GringoRojo”.
No fue la mejor opción para calmar la nostalgia, pero ahí sentada en una
butaca viajé al mundo libre que soñaba Dean Reed, (cantante norteamericano)
quien después de venir a Latinoamérica se percató de la extrema pobreza
existente en aquella época (1960). Este
hecho me recordó a Buda encerrado en su castillo y que después de ver a un
hombre enfermo y a una mujer vieja, se percató que existía el dolor en el ser
humano y se retiró para meditar la forma de erradicar el sufrimiento.
Dean
Reed, sin embargo, se convirtió en cantante revolucionario y gritó junto a un
pueblo de gente humilde, sacrificada y llena de ideales. Las concentraciones y las marchas en aquel
entonces eran masivas, se lee en una de las pancartas “Queremos igualdad”, que
tristeza: antes de los setenta, ya estábamos pidiendo igualdad. A
medida que iba rodando el documental pensaba en la ingenuidad y fuerza de
aquellas mujeres y hombres, unidos en busca de un futuro digno. Ví de nuevo, el miedo en los rostros de
aquellos que sufrieron opresión, de cómo se fue escribiendo el poema “Somos
cinco mil” de Víctor Jara y el dolor ante la injusticia y crueldad, comenzó a
desplazar la nostalgia que traían mis emociones. Nos quedan demasiadas marcas en la
memoria. Memoria fragmentada por el
vértigo del consumismo y el aislamiento al que nos conduce la tecnología.
Reed,
fue un cantante peligroso para cualquier gobierno, ya que en todos los países
existen los desplazados por el sistema, los que perciben un sueldo indigno y
trabajan demasiado. Este hombre
idealista, recorrió Latinoamérica y Europa, su canto fue la voz para quienes
padecían el rigor de la injusticia y otras vicisitudes. Es interesante la vida de Dean Reed apodado
por algunos como el “Elvis Rojo”. Los
espectadores, antes que terminara el documental, aplaudimos a ese hombre
rebelde y soñador que entregó horas de catarsis, donde el grito de libertad,
igualdad y justicia se pedían con el puño en alto y después … bueno, ya sabemos
lo que ocurrió después, en nuestro país.
A
pesar de que el frío es bien recibido, nos abrigamos y fuimos con los amigos a
beber un algo en forma lenta. La noche
ya se ha empoderado de la ciudad, las calles solitarias permiten ver el
esplendor de una calma momentánea.
Estamos bajo la luz. Allá un poco
más lejos está ocurriendo otra vida dentro de hospitales, prostíbulos,
comisarías y otro mundo, detrás de las puertas cerradas. Es tiempo de ir a casa, retomar los momentos
habituales y luego ignorar el insomnio presentido.
Hoy
en día nuestras manifestaciones son aisladas.
Un grupo de personas luchan por un ideal, otras lo hacen por una causa
diferente.