domingo, 11 de septiembre de 2005

Asombro Vanguardista



Y ahora que la capacidad de asombro se ha perdido, en la mirada de un bosque indiferente donde el desamparo y la frivolidad son un motor funcionando las veinticuatro horas del día y la memoria vacía de pensamientos propios, con el cuerpo ojeroso hasta la náusea, mezclando pequeñas ilusiones con grandes fracasos para que la decepción no brille demasiado. Y ahora que el cuerpo y la mente se han atornillado al vacío superficial ¿Qué?

¿Qué puede ocurrir cuando la lluvia, ni la sombra de un arco iris no nos asombran?. Y es que la magia, aquella sonrisa puesta al mundo se ha quedado en el pasado junto a ese dios que aún seca el llanto de la infancia que fuimos. Y esa juventud divina que gritaba pensando en cambios. Este mundo iba a cambiar con las miles de utopías que germinaban en cada segundo trascendental de nuestra existencia, porque éramos eternos, teníamos la verdad tomada por el cuello y la verdad era nuestra y teníamos que convertirla en algo universalmente válido.

¿Qué pasó en el camino hacia la lluvia? ¿Con la igualdad, con nuestro espíritu solidario y con las utopías empuñadas en el bolsillo? Seríamos sinceros, igualitarios y solidarios para siempre, leales como el polen a la abeja. Sin embargo algo o alguien nos dio en algún momento una certera estocada, en la médula espinal del corazón y fuimos lo que siempre criticamos. Inconscientes pasamos a ser uno más codeando, atropellando para pasar al frente, dejando de ser iguales porque ahora debemos ser mejores para sobrevivir.

Uno solo debe llegar a la cima y ése es el mejor. El mejor en no distraerse ni en mirar hacia el lado para seguir adelante. En esta carrera, el tiempo es algo precioso, cada segundo cuesta y cuenta. Gracias a esta perfección racional, hemos perdido la capacidad de maravillarnos ante las pequeñas cosas que nos rodean y que cobran valor sólo en el mundo sensible de los sentimientos. En definitiva hemos perdido la capacidad de asombro cuando la naturaleza se manifiesta como novia coqueta. Hemos perdido la sensibilidad ante el dolor ajeno, por tanta tragedia transmitida por los medios de comunicación. Sin darnos cuenta, nos hemos convertido en seres insensibles al dolor, parecemos enfermeros de un hospital público, la sangre del otro ya no transmite nada, sólo hay que zurcir para que deje de sangrar y que pase el siguiente.

Y ahora olvidada la euforia de la juventud y las utopías guardadas en el fondo de la alforja que ya no usamos, ¿Qué?. ¿Resignación?. Sí, eran cosas de juventud, la vida hace madurar y el tiempo que antes no importaba ahora se devora todo cuanto hemos sido, somos y seremos. Sí, hemos sido devorados y lo peor es que seguimos viviendo, conversando, sobre las locuras de ayer, las inversiones del futuro, o la mejor jugada hecha por un pelotero profesional.
Tal vez sea esta la mejor manera de vivir y de asombrarse. Quizas el asombro cambió de embalaje y conservó la etiqueta, quizas la capacidad de asombro actual sea como los otros compiten en un Reality, mirar la vida ajena porque la nuestra está llena de preocupaciones y deudas. El asombro está en asombrarse de los personajes de teleseries , identificarnos con ellos para evadir la propia realidad. En definitiva anestesiarnos y mirar hacia afuera, con o sin capacidad de asombro, anestesiarnos antes que llegue la vejez con su terno de olvido y mediocridad usado hasta la muerte. Sí, la muerte nos asombrará es la única que no ha pasado de moda y tiene la capacidad de hacernos mirar hacia adentro, solo hacia adentro.