el
deseo innombrable de intercambiar,
el
huésped lujurioso de tu cuerpo
con
las cenizas sacrílegas de mi piel.
Todo
arde en el éter de estas paredes,
en
las sandalias de este momento,
y
es que tu carne me eterniza
como
las más deseada,
como
la más apedreada.
Aún
con los ocasos quebrados y arañados
por
la bebida de tu vientre,
te
cedo el privilegio de saciar el hambre de tus placeres
en
el envoltorio de mi esqueleto lleno de laberintos.
Como
tú, otros han traído fiebres acumuladas,
demonios
escondidos.
Como
tú, otros anhelan yacer en la morada
de
mi insaciable lujuria.
Y
ahora, me traes ofrendas,
sin
antes pagar la deuda que tienes con Dios.
Me
ofreces un poquito de tu alma,
el
desierto húmedo de tu piel,
y
yo, compasiva, lucho contra tu cuerpo
sin
ser tu enemiga.
Con
tus obsequios me siento niña y juego
Sobre
tus muslos, debajo de tus rodillas,
beso
la constelación de tus entrepiernas,
el
rebaño de tus pastizales.
Vienes
a mí, como yo voy a los sueños,
a
ese soñar inocente de la desteñida infancia,
por
un momento, con el escapulario escondido,
anhelo
ser una mujer pura y casta,
pero
el destino no me libera de este cautiverio
y
en silencio grito:
Soy
la venganza de Salomé. Los
pecados de Magdala.
Soy
mujer. Una Venus múltiple. Una virgen. Una Eva.
Mil
mujeres soy. Mil hembras. Mil demonios.
Mil
seres encadenados a un solo cuerpo.
(del libro Versóvulos, 1.998)
(del libro Versóvulos, 1.998)
3 comentarios:
Invencible entonces.
Nadie puede contigo.
Y además escribes bien.
Besos.
lo femenino absolutamente empoderado en este hablante
gracias por tu huella
buen jueves
Muy bonito, enhorabuena. besos.
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