viernes, 17 de noviembre de 2006

Felicidad de un Marginal


Búsqueda irreversible este pequeño don que huele a copa gastada en la misma esquina de hace tantos siglos. El humo golpea los vidrios salpicados de barro, mientras afuera, al lado de la puerta duerme un perro callejero soñando que ha llegado a casa y nosotros soñando que hemos llegado al olvido.

Henos aquí, con los ojos empuñados tratando de olvidar el vértigo del mundo, corriendo en dirección a la huída donde calmar la herida de nuestros fantasmas que al llegar la noche nos muestran la arcilla de esta furiosa soledad.

Nacimos distantes del original de la vida, con un ángel funerario bien adentro, llenos de camino y furia porque no pedimos este dolor, esta memoria que es un crimen, un castigo, una lágrima detenida en mitad del rostro y pesa como piedra y quema como arde la vida.

Así somos los inquilinos de este destino, o de esta circunstancia eterna. Así somos los que llegamos a este bar donde siempre es media noche, el tiempo está detenido en sus ventanas, sudando con nuestro sudor. Estos vidrios es lo único que sostiene algo de nuestro vagar y escucha atento nuestras palabras.

Aún así, aquí cantamos, creemos que somos felices y que tenemos dios, que importa que no llegue, pero él nos recibirá antes de llegar a la fosa común.

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