jueves, 17 de agosto de 2006

Insomnio con Tragedia



Como todas las noches me desvelo aunque esté en tus brazos, me desvelo en esta madriguera que siempre huele a cigarro y café bebido hasta el primer síntoma de acidez.

Así construyo o des-construyo la vida, donde uno no tiene más alternativa que vivir o morir, mientras los otros gimen por otras pellejerías más trascendentales que lo vivido en esta pieza de cuatro paredes como todos los dormitorios del mundo.

Herida prehistórica este respiro de encontrar paz. El sistema no está bien, como los nervios de todos los que respiramos con mediana inteligencia con el pulmón lleno de cansancio y el cerebro agobiado por tanta información almacenada, destruida y preocupaciones domésticas varias.

Y yo, una más dentro de los otros, caminando a pulso como todos para no ser aplastada por la manada, así como otros, y que nadie devore lo que me queda de cuerpo. Así como estamos no estoy segura de llegar a la muerte, al igual seguiré caminando aunque las heridas sin sangrar al igual duelen.

Falta tiempo para ser felices, las máquinas se construyeron para que estuvieran al servicio de los humanos, pero ha sido lo contrario. Además las máquinas nos permitirían tener más tiempo para el reposo y no vivir tan agobiados por el exceso de trabajo. Fue una utopía, quizás una de las mejores utopías.

Lo cierto es que ahora una máquina trabaja en mi lugar, se gana mi sustento como también se gana el pan de los hijos ajenos. Somos un puñado de desocupados sin tiempo para ser felices, pertenecemos a una estadística inexistente, a un submundo donde no hay dinero para Internet ni TV cable. A la huesera porque nuestros huesos no son reciclables. A un mundo donde soy una más dentro de los otros que andan por calles nubladas en días de sol.

No hay donde gritar. Todos los espacios están ocupados y no existe una dirección llamada auxilio, donde enviar este insomnio y los gritos acumulados.

Tranquilidad, confianza, nada es para tanto, existe esperanza, no existe la enfermedad de la cesantía, por lo tanto no hay remedio. El insomnio lo he traído desde siempre, es parte mía, a veces duele, a veces duermo.

A veces, como hoy, estoy en tus brazos y olvido lo que duran nuestros besos, las entrevistas pendientes y el currículo número ciento diez por despachar.

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