viernes, 28 de marzo de 2008

Extraña en el Olimpo


Después de vivir en lo Real decidió sacudirse los caminos. Retirarse fuera de las luces del día y alimentarse de frío. Todas las mañanas distribuye el frío en tres comidas. Rebana un trozo para tostarlo y el otro lo hierve para ponerle café.

Durante dos semanas ha observado el amanecer, sabe que los dioses se retiran a la alborada dejando en la mesa, desperdicios de comida que ella podría consumir. Todo lo tiene que hacer en forma sigilosa, si la descubren será condenada a parir un dios en cada noche.

No le importa la condena por la osadía de irrumpir en el salón del Olimpo. La curiosidad que la embarga es mayor al miedo, además su delgadez no le permite hacer sombra, así que olvida preocupaciones y respira quieta, segura, deslizándose con pasos de viento sobre las alfombras de raso.

La mesa desordenada y sucia tiene trozos de siglos, carne de ángeles y demonios, restos de vida, sueños y soledades mordisqueadas. Para beber queda en las copas un poco de vino y sangre humana. Come y bebe hasta saciarse, luego recoge migas de esperanza y las guarda para mezclarlas con el frío a la hora del almuerzo.

De esta forma logró alimentarse bien un par de meses, pero los dioses comenzaron a sospechar que alguien entraba al salón. Olieron palidez y calor humano impregnado en el mantel y en las jarras de vino.

Indignados decidieron dejar pedazos de locura en platos y jarras. Ella al darse cuenta de lo que habían dejado, recoge las sobras roídas, para hacerles creer que había caído en la trampa. Durante tres amaneceres los dioses tienden la misma carnada y ella la toma y deja dentro de la bolsa. Sabe que pronto se cansarán de comer locura.

Los dioses al ver que la trampa dio resultado, deciden hacer una fiesta. Piden caviar, ceviche de eternidad, una entrada de vida. Como plato de fondo comen poesía y para beber tienen el mejor vino, licor de silencio y utopías.

Ella espera el amanecer, al darse cuenta que los dioses están ebrios, come tranquila las nuevas sobras, se bebe todo los restos que hay en botellas y copas. No le importa dejar rastros porque hoy es el último día que le roba comida a los dioses.

Es demasiado esfuerzo no dormir esperando el amanecer, además se cansó de comer frío, así que decide volver a lo Real. Piensa que con los restos de locura que tiene en la bolsa le alcanza para vivir, trabajar y alimentarse bien durante muchos años.

4 comentarios:

Sylvia Rojas Pastene dijo...

¿Le queda algo en la bolsita amiga mía? convide, convide.
Me ha gustado mucho, leerlo y releerlo.
¡Bravo Silvia Rodriguez Bravo!
Abrazos, anoche no fui con los dioses, vengo saliendo de un estado febril, tanto amor, me dio fiebre ja ja ja

Besos y abrazos poeta

profetabar dijo...

listos señora, venga no más, aún quedan unos buenos pedazos e la bolsa.

El Oscar dijo...

Buena Silvia,a seguir escribiendo,la palabra embellece lo cotidiano.Saludines...

MI CORAZÓN AL DESNUDO Y CON FRÍO dijo...

Estimada literata...por sugerencia de un buen amigo he visitado su blogs una vez más. Concuerdo en muchos aspectos cualitativos y estrictamente literarios con algunos especímenes ad hoc. Sinceramente su cuento es muy bueno y comentarlo es un pecado. Ominoso ardid de los dioses... execrable, me afecta una musa tan debilmente astuta pero me preocupa esa helada piel nutrida de hielo picado y algo de menta frapé.
saludos para ud
T.K