lunes, 11 de septiembre de 2006

Programas de Nada


En los matinales entregados por la televisión solemos ver la cara de una moneda en la que nada ocurre, todo es broma, chismes recetas de un chef que nunca se harán en la cocina de la Sra. María que vive en la Población Jardín del Valle.

El paseo por la vida de otros seres humanos llega a un nivel escandaloso donde modelos y deportistas son temas centrales en conversaciones de bajo nivel. Los animadores de estos programas ¿Tendrán estudios superiores? No imagino que universidad o instituto imparte la carrera del cahuín, con especialidad en alcahuetería opinando y ventilando sobre la vida privada de personas que no son héroes y no entregan aporte alguno a la sociedad y menos podrían ser un referente o un ejemplo de vida.

A pesar de todo existen animadores que tienen un cierto carisma, se debe reconocer que la gran mayoría se maneja bien en modulación y dinamismo para sostener un diálogo, cualidades que podrían ocupar en temas más elevados de conversación y así educar a través de la opinión y reflexión sobre diversas materias de interés público. Por ejemplo se podría analizar el caso del secuestro de la niña austriaca Natasha Kamusch, lo que significa ser raptada a los ocho años y vivir confinada en una pieza con escasos metros cuadrados para movilizarse, desconociendo durante muchos años los motivos que tuvo su secuestrador Wolfgang Triklopil, para haberla privado de llevar una vida normal. Tanto psicólogos como psiquiatras deberían efectuar un análisis más exhaustivo sobre problemas de claustrofobia, como también a que responde la personalidad de Wolfgang y como se podría reconocer a una presunta víctima que bajo amenaza de muerte pasa por nuestro lado y nosotros no nos percatamos ya sea por ignorancia o por exceso de insensibidad.

El fenómeno farándula está inmovilizando la memoria del espectador, ya que el producto entregado es una oda a la superficialidad, una invitación a inmiscuirse en la vida del vecino a mirar y criticar la intimidad del Otro olvidando que todos tenemos techo de vidrio. Gracias al comentario sobre la vida de ese Otro, los valores tanto éticos como morales se han ido olvidando. La discreción, la prudencia, el respeto por la vida privada son virtudes que actualmente alojan en el sótano de lo cursi y desechable. Todo nos lleva a pensar que el valor de la vida privada vale menos que el precio de un aviso comercial.

No se trata que los personajes de la farándula presten y vendan sus nimiedades intimas para permanecer vigentes en los medios de comunicación. Se trata de que nosotros lo hemos permitido quizás el aturdimiento es demasiado, o porque no tenemos mayores referentes, nos hemos quedado sin héroes ni luchas que sostener (excepto la de vivir diariamente), muchas causas se han ido perdiendo por falta de credibilidad, ni los discursos de nuestros diferentes gobernantes han solucionado la realidad que subsiste en la mayoría de los hogares: falta de empleos y sueldos dignos, falta de educación y calidad de vida.

Este opio inyectado directo a la mente del espectador lo seduce con las artificiales vidas comentadas, haciéndole evadir su propia realidad. Aunque a veces la situación por la que atraviesan las personas bien vale la pena un momento de esparcimiento, pero esta distracción podría estar dirigida a algo más productivo, como por ejemplo podrían dar métodos para retroalimentar el espíritu, así las personas podrían trabajar su capacidad emotiva, enfrentando más tranquilamente las adversidades cotidianas.

Algunos programas llegan a convertirse en controladores de las emociones al incluir risas, con ello le están diciendo al espectador cuando y porque debe reírse. Debería existir un embrujo, una seducción para convencer y refrescar la rutina de esa dueña de casa que entregada a sus labores domésticas prende la Televisión para tener un poco de compañía. Esa mujer es la madre del estudiante, la esposa de un trabajador, ella debería recibir una información dirigida al plano cultural y educativo, para que pueda tener un discurso propio sobre diversos temas.

Gracias a esta producción de economía espiritual que vende privacidad, es que han emergido nuevos escenarios donde se puede apreciar la enseñanza televisiva, entregada en las últimas décadas, ahora el público ventila su intimidad ante las cámaras. La gente quiere ser protagonista por un momento de la pantalla mágica, porque quien no está, no pasa o no es mencionado en televisión da la impresión que no existiera. Es peor, al espectador lo hacen partícipe de encuestas que carecen de relevancia ya que las preguntas y opiniones pertenecen al ámbito farandulero que son cero aporte. En esto quienes son más beneficiados son las empresas de telefonía.

Antes no era bien visto hablar sobre los tropiezos del Otro, sin embargo, hoy con la nueva rama de Opinología (término acuñado en estos tiempos que carece de significado) es una virtud conocer con lujo de detalles la intimidad de las personas y luego divulgarlas como gran noticia de último momento. El mundo está hipnotizado, en un estado de coma mental propicio para recibir órdenes desde la pantalla mágica, pero el ser humano en varias ocasiones ha estado a punto de extinguirse y en último momento se ha salvado. La salvación de este aturdimiento es demasiado fácil, y ojalá podamos apagar el televisor antes de que sea demasiado tarde y ya tengamos los grilletes eléctricos puestos en la pupila.

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