Caminé sobre tu sombra y el aroma de tu espalda, el gesto de tus hombros
se pronunciaron en el vacío y volamos sobre un grito hasta llegar a la noche.
Fuimos un segundo cruzando aromas desmedidos, trozos pendientes del tiempo, nos recostamos sobre el limbo y regresamos con la eternidad en el dorso de nuestras manos.
Desde entonces cuando tu voz entra en mis pupilas presiento que no existe
distancia entre tu ausencia y mi silencio.
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